sábado, 23 de agosto de 2008

“Nada escapa a la crisis de la modernidad”



Listín Díario

Sábado 23 de Agosto del 2008, actualizado 3:10 AM

FILOSOFÍA


“Nada escapa a la crisis de la modernidad”

Ibeth Guzmán - 8/23/2008



SU LIBRO “LA MODERNIDAD COMO PROBLEMA” ES CAPITAL PARA ENTENDER EL PRESENTE

SANTO DOMINGO.- Luis O. Brea Franco es parte del exclusivo grupo de filósofos con que contamos en la República Dominicana. Cuenta con una sólida formación académica. Doctor en Filosofía, por la Universidad de Florencia (Italia). Tiene estudios especializados en Economía y Finanzas, y en Ciencias Políticas, en la misma universidad. Ha sido profesor y directivo de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) desde 1975-2000. Es miembro e investigador de la Academia de Ciencias de la República Dominicana (ACRD), de la que ha sido miembro del Consejo Directivo. Es miembro del Senado -Consejo Directivo- de la “International Association of Philosophers” (IAP). Entre sus publicaciones están: “Claves para una lectura de Nietzsche”, ACRD, 2003, Premio Nacional de Ensayo, 2004; “El espejo de Babel”, 2005; “La modernidad como problema”, 2007. En la actualidad es Gerente de Cultura del Banco de Reservas. Hemos conversado con él para que nos hable de su visión filosófica y la identidad dominicana.

¿Cómo evalúa la crisis de la filosofía?

Nada escapa a la crisis en que nos encontramos entrampados en la época de la hipertrofia de la modernidad, pues al haber sucumbido los dioses y los valores que antes reverenciábamos, haberse hundido el respeto a la tradición y al pasado, todos los altares que orientaban a la humanidad han quedado desiertos o han sido desacralizados. Y no es posible una vuelta hacia atrás. La filosofía como característica actividad milenaria de la civilización occidental ha sufrido en carne propia los embates de este proceso de desvalorización de todos los valores.

La filosofía es un quehacer humano fundamentalmente histórico, ya que tiene que ver con lo histórico en, por lo menos, tres sentidos.

En un primer sentido, la filosofía se refiere y adhiere a una tradición milenaria que se suele iniciar con los primeros pensadores helénicos, que luego al pasar por Platón y Aristóteles y la Edad Media, ha venido configurando en la época moderna con un despliegue de problemas y cuestiones a las que se busca enfrentar y corresponder mediante la elaboración de un lenguaje técnico-filosófico que es, también, radicalmente histórico.

La filosofía se manifiesta mediante la elaboración, el perfeccionamiento y la codificación de una terminología que viene considerada adecuada a tratar con cierta sutileza y transparencia los más abstrusos matices que adquieren las cuestiones que se plantea. La filosofía se presenta históricamente dotada de un lenguaje histórico. Este es el segundo sentido en que se hace presente lo histórico en la filosofía.

En tercer lugar, la filosofía como saber históricamente constituido ha venido articulando sus resultados y argumentaciones en el contexto de un orden conceptual y mediante un método. La filosofía ha pretendido presentarse como fundamentalmente coherente y sistemática. Esto quiere decir que el saber filosófico se ha exteriorizado en la forma de un sistema conceptual que adelantaba como si fuere, en verdad, un espejo de la realidad, al dar por descontado que la realidad, el mundo, es coherente, unitario y se puede exponer en un orden de derivación lógica.

Todo esto, hoy, ha entrado en crisis. Y nosotros, seres humanos de nuestro tiempo tenemos que tomar acto de esta ruptura y actuar de consecuencia.

Me parece que el filósofo contemporáneo no puede aspirar, en medio de una realidad que se presenta escindida, disgregada, fragmentada y en sí misma contradictoria, como antes, a actuar, elaborando sistemas de realidad.

El pensador de nuestro tiempo ñprefiero utilizar este término al de filósofo- debe responder no con sistemas, sino que debe a lo máximo aspirar a presentar perspectivas, puntos de vista o escorzos de realidad, que serán necesariamente parciales, pero que pueden tener la virtualidad, la posibilidad de proyectarse como una totalidad abierta, en camino de elaboración.

Quizás lo único que permanece fiel a la visión sistemática que predominaba en la vieja metafísica occidental es el sistema de dominio que ha implantado la técnica moderna para absorber, manipular y devorar todo cuanto es, en los términos de su voluntad de dominio absoluto de la realidad.

El pensador alemán Martín Heidegger, decía en sus clases en los años cuarenta, en el siglo pasado, que el proceso de la tecnificación del mundo ha adoptado el método de la antigua metafísica. Quería subrayar con esto, que la esencia de la técnica que nos domina constituye la tendencia a la sistematización de todo lo que hay en el universo.

La realidad, guiada por la ideología que constituye la técnica, se ha transformado en un sistema que todo lo interconecta y busca dominarlo todo sin excepción. En semejante marco de sentido todo lo que queda fuera del sistema es considerado como insignificante y como algo sin valor. Ahora, en este mundo tecnificado, todo lo que hay viene asumido en función de su valor de cambio, según su precio. Todo viene a ser alimento para el sistema que se revela plenamente en el mercado todopoderoso y omnipresente.

¿Puede decirse que tenemos alguna corriente que nos identifique?

En el sentido tradicional en nuestro país no ha habido filosofía, entendida ésta como una actividad con una presencia real en la sociedad en un período histórico determinado; presencia que debería manifestarse en forma de debates abiertos, públicos y contradictorios sobre cuestiones que atañen la problemática filosófica. En nuestro país ha habido si, pensadores, y personas cultas que en su ámbito privado han podido dedicarse a cultivar el estudio de la filosofía en cuanto metafísica. Pero la filosofía no ha tenido eficacia social e histórica en nuestro país.

Quizás la primera manifestación de cultura filosófica en el país moderno apareció con la creación de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad de Santo Domingo, a partir de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX.

Allí se formó un cuerpo profesoral entrenado adecuadamente en el tratamiento de las interioridades del quehacer filosófico y se formaron muchos jóvenes que hoy son nuestros grandes maestros en diversos campos del conocimiento y de la creación artística. En ese momento actuaron Andrés Avelino, Juan Francisco Sánchez, Pedro Troncoso Sánchez, Carlos Federico Pérez y Pérez, Salvador Iglesias, Fabio Mota, Joaquín Salazar, Antonio Fernández Spencer y muchos más.

¿Cuáles son los filósofos, clásicos y modernos, considera usted que más impacto han tenido en la dominicanidad?

La República Dominicana es hija del tiempo en que se produce su nacimiento. En los años treinta y cuarenta del siglo XIX, reinaba en el mundo Europa, que era el faro de luz que iluminaba la cultura de Occidente y dominaba como la gran potencia técnica mundial, dueña del capital financiero, de los medios de transportes y del poderío militar.

Y en Europa dominaba el romanticismo, tanto el de derivación literario-humanista cuyos principales representantes fueron Lamartine, Benjamin Constant y Victor Hugo, así como el de proveniencia metafísica, el idealismo alemán, que tuvo como exponentes principales a Fichte, Hegel, Schelling y Schopenhauer. También, regían otras corrientes que privilegiaban lo social y que cristalizaban en los planteamientos de Fourier, Sant-Simon, Michelet, Proudhon, Herzen, Bakunin, hasta llegar al desarrollo, por un lado, del positivismo de Auguste Comte, al enfoque marxista derivado de los análisis de Marx y Engels y los liberales e utilitaristas ingleses: Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill, Spencer y Jeremy Bentham.

Creo que como dominicanos, para comprender el universo de ideas que tenían vigencia en el siglo XIX deberíamos volver a estudiar a fondo este período. Esta es la propuesta que formulo en mi último libro: “La modernidad como problema”.

LOS JÓVENES

Actualmente, hay jóvenes que tienen formación académica seria y que están dedicados a trabajar en filosofía con sentido de continuidad. Entre estos podemos nombrar a pensadores jóvenes como Mabel Artidiello, Leonardo Díaz, Edickson Lantigua, Julio Minaya, Francisco Pérez; y no tan jóvenes, como Enerio Rodríguez, Lusitania Martínez, Rafael Morla, Alejandro Arvelo, José Mármol, Fidel Munnigh, Odalís Pérez, Miguel Pimentel, Fernando Ferrán, John Mendoza y Elsa Saint- Aimant, Federico Henríquez Gratereaux,… Además está el grupo de pensadores y profesores del Centro Estudios Filosóficos Francisco Bonó, y está la obra del padre Jesús Hernández quien además de apadrinar la Biblioteca Filosófica Salesiana, también escribe sobre el tema.

SUS LIBROS

Cada uno ha respondido a una etapa de mi vida y al planteamiento problemático que en ese entonces me hacía. No tengo libros preferidos. En cada uno de ellos veo el movimiento hacía un desarrollo, y en todos constato el proceso en marcha de una evolución. Sin embargo, todos tratan de los mismos problemas que son los que siempre me apasionan e inquietan.

Los problemas que los caracterizan son los mismos, pero cada uno los despliega hasta un cierto desarrollo o nivel de conciencia.

En cuanto a la forma, en cuanto a la escritura, resaltó tres ensayos como mis preferidos: “El asombro como actitud” (1982), en “Antología del pensamiento helénico”; “Estética, nihilismo e identidad” (1994), en “Preludios a la posmodernidad”; y “Reflexiones sobre el problema de nuestra identidad” (2001), en “La modernidad como problema”.

domingo, 17 de agosto de 2008

Hacia nueva edición libro de Luis Brea Franco




En su obra “La modernidad como problema”, el autor expresa sus preocupaciones por la problemáticas desarrollo

No ha sido promovido porque el autor es enemigo de poses y protagonismos. Aunque sus libros no son él, prefiere que el atractivo para el lector sea lo que ellos expresen. A pesar de esa renuencia al figureo todas sus obras están agotadas pero ninguna había desaparecido tan rápido de las librerías como “La modernidad como problema”, editada a finales del año pasado.

Luis O. Brea Franco trabaja en la segunda edición de esta demandada obra de la que quedan pocos ejemplares.

Para quienes han seguido su rica y profunda producción, este libro podría ser complemento o culminación de inquietudes que el distinguido filósofo, economista, politólogo y, sobre todo crítico social, viene planteando desde 1982 cuando escribió su “Antología del pensamiento Helénico” en la que le alarmaba el “geocidio” cuando todavía no se hablaba de problemas ecológicos.

Esas preocupaciones por la problemática del desarrollo, por desentrañar la esencia de los tiempos modernos, se manifiestan en todas sus demás obras en las que se perfila no sólo como estudioso de la filosofía y crítico de la sociedad contemporánea sino también como atormentado cronista que examina traumáticos acontecimientos del devenir nacional.

“Hacia mediados de 2004 tomé la decisión de dedicarme a explorar algunos temas que me interesaban sobre ideas y teorías que habían tenido su desarrollo en el siglo XIX europeo, y de analizar cómo habían vivido ese tiempo los acontecimientos y las ideas que la habían dominado: la idea del progreso, la afirmación del conocimiento científico, la aparición de las masas, el desarrollo de la tecnología, y discernir la directa incidencia de tales asuntos en la vida de la época”, explica Brea Franco, agregando que es en este periodo en que se consolida la revolución industrial, se produce el florecimiento del capitalismo, nace el mercado global y el poder del Estado pasa a manos de la burguesía.

Los dominicanos

La indiferencia del historiador dominicano frente a sucesos mundiales, los problemas de la identidad, las repercusiones de determinados hechos en el destino de Santo Domingo, son temas apasionantes de esta obra que Diógenes Céspedes, autor del prólogo, invita a ver como examen más que como deleite para determinar “qué nos ha faltado como sociedad y qué debemos hacer para empinarnos, hacerla realidad grande y acceder a la modernidad”

“Creo que al historiador dominicano le falta tener mucho de referencia con lo que ha sucedido fuera del país. Generalmente estudiamos la historia dominicana concentrados en lo que ocurrió aquí, pero es que la historia dominicana es consecuencia de lo que sucede en un siglo XIX, que es el siglo donde se están moviendo los inicios de lo que va a ser después la globalización, o sea, surge el comercio internacional, el movimiento de los capitales, se producen transformaciones, cambia el paisaje humano y se condiciona la formación de las nuevas mentalidades”, expresa Luis Brea.

Es, añade, “el tiempo en que se consolida la opinión pública, que exige mayor información y participación en todos los asuntos sociales, sean estos de carácter cultural, religioso, filosófico, científico o de interés comunitario, y aún más, pretende conocer y participar de la vida de las luminarias del tiempo”

El libro, aduce, “es un poco presentarle temas al historiador nativo para que vea que lo que él trata como asunto nuestro tiene un complemento de ideas que no sucedieron aquí, pero tienen que ver, y son necesarios para descodificar la historia”

Por esa razón son presencia permanente y reiterada en “La Modernidad como problema” Trujillo, su dictadura, sus arbitrarias decisiones, sus adláteres, tanto como Lilís, Duarte, los Trinitarios, las guerras fratricidas, Hostos, Luperón, el golpe de Estado contra Juan Bosch, las ocupaciones yanquis, las Devastaciones de Osorio, las guerras de Restauración o el esplendor de la llamada “Atenas del Nuevo Mundo”

Consideraciones de gran interés son las que se refieren al burgués. Brea Franco pregunta: “¿A qué le teme el burgués?” Y responde: “Ni a los intelectuales, ni a los obreros; a los comunistas un poco, aunque les desprecia; tampoco a la razón. A lo que le teme el burgués, según Dostoievski, es a “la posibilidad del regreso de la Revolución...”

Incluye, además, extensas reflexiones sobre “el problema de nuestra identidad”, tema que ha sido una pasión constante en cada libro o artículo del afamado profesional. “El problema del dominicano es la identidad, porque si la tuviéramos firme, segura, no nos la propusiéramos”, comenta.

En el libro de 247 páginas, impreso en Amigo del Hogar, aparecen también capítulos sobre el estrés social, la ruina, el uso del poder, las revoluciones, la pereza, el origen del romanticismo, “Duarte, como nuestra utopía”, el arte de conocerse a sí mismo, la ausencia de un orden, el origen de los demonios, la globalización, el desafío de la felicidad... Son 83 en total y con ellos Luis Brea Franco aspira a crear conciencia de los peligros que nos acechan “en tiempos en que los modos de convivencia parecen dirigirse a lo peor”

Brea Franco ha publicado, además, “Preludios a la posmodernidad. Ensayos filosóficos”, “Claves para una lectura de Nietzsche”, que fue Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, en el 2004, “El Espejo de Babel” y “Compendio de legislación cultural de la República Dominicana”, junto con Arturo Victoriano.

Entrevista con Ángela Peña, en Areíto, suplemento literario del diario "Hoy", Santo Domingo, D. N. Sábado 16 de agosto 2008