sábado, 17 de abril de 2010
El perfeccionamiento del nihilista Rachmetov
Crónicas del ser
El perfeccionamiento del nihilista Rachmetov
Para Chernishevski la formación del nihilista revolucionario reclama la realización de esfuerzos heroicos que deben ser ejercidos, inicialmente, sobre sí mismo. Sin embargo, tales manifestaciones de fervor no deben ser vistas como fruto de una actitud personal, subjetiva; sino como productos del cálculo y de la conveniencia para poder lograr la consecución de los fines ideológicos revolucionarios de liberar, a través de templar la propia voluntad y el cuerpo, a los oprimidos y de esa manera lograr la instauración de un régimen terrorista que ejerza el poder en favor de los oprimidos hasta ese momento.
Para que el lector pueda percibir de una manera vívida la rudeza, la acritud y la violencia de semejante proceso de ascesis necesario para formar adecuadamente a un revolucionario profesional, Chernishevski relata dos episodios que revelan la personalidad, la disposición anímica y la fortaleza de carácter que exhibe su modelo, Rachmetov.
En el primero, se relata como la casera del joven descubre espantada que debajo de la puerta de la habitación que renta Rachmetov, se ha formado un gran charco de sangre. El médico Kirsanov, que viene llamado y acude inmediatamente, descubre a Rachmetov bañado en sangre, pues había decidido dormir toda la noche sobre un colchón rellenado con alfileres. Al preguntarle el doctor a qué se debía aquella bestialidad, él responde, sereno: “Nada. Fue una prueba. Para verificar como sentiría el dolor físico y que debía hacer para resistirlo. He descubierto que estoy preparado para soportarlo”.
En otra ocasión, pasa por donde transita Rachmetov un coche con los caballos desbocados guiado por una mujer que no logra detenerlos. Enseguida, él se lanza tras el coche y con gran esfuerzo logra detener el vehículo, que frena al sujetar por las ruedas traseras. En esa ocasión el intenso esfuerzo le desgarra los músculos de uno de los brazos. La mujer, quien es una rica propietaria, lo lleva a su casa, lo cuida con la mayor dedicación hasta que el brazo se repone totalmente. Entre ellos comienza a nacer el amor. Empero, el nihilista enseguida lo sofoca y le dice a la mujer: “Seré con usted muy franco. A los hombres como yo, no le es lícito establecer lazos con nadie. Para nosotros es esencial desprendernos de todos los posibles lazos humanos”.
El mensaje de Rachmetov es preciso. Debe separarse específicamente de todos y vencer su propia subjetividad para poder estar a disposición de la humanidad considerada como un todo; debe alcanzar un estado de desprendimiento total respecto a lo subjetivo, a lo personal; respecto a las propias emociones, deseos y sentimientos, para poder servir a los que en realidad le necesitan: los desamparados, los oprimidos. Es de esa manera que, además, su comporta miento se conforma como un ejemplo de vida ética. Su vida deviene en un paradigma moral, ya que el revolucionario debe asumir en su existencia el tipo de conducta que debe servir de ejemplo universal de cómo deben ser y actuar los “hombres nuevos”.
Rachmetov se conduce a sí mismo como un ser simple, ordinario, voluntariamente banal. Esa es su máscara, la manifestación de su personalidad social. Es organizado y preciso. Se viste como todo el mundo. Habla lo menos posible. No tiene, ni aspira o cultiva ningún tipo de sentimiento o de relación que tenga para él sólo un significado personal.
Es un ser humano que ha renunciado a lo propio, a los elementos específicos de una vida personal, para transformarse en un ser concreto en que habita y actúa únicamente en lo universal que cristaliza en el discurso coherente y muy concreto de la ideología según sean los términos de aplicación definidos por las estrategias y los juegos tácticos que define el grupo revolucionario de que forma parte.
Las personas como él forman la avanzada de una nueva secta. Forman entre sí un grupo solidario. Son fuertes por compartir el mismo saber, la misma convicción, la misma fe; actúan asumiendo la misma moral, animados por un mismo amor que denominan “la prometida”, y que no es otro fenómeno que la revolución que impulsan con todas sus energías para que pueda triunfar un día.
Chernishevski cierra la descripción del personaje al resumir su significación trascendental. Rachmetov “es un hombre singular, un hombre de una especie rara. Pero es gracias a su obra y a su virtud que el todo de la vida podrá y deberá renovarse y volver a florecer; sin su ayuda la vida se marchitaría; son pocos, pero enseñan a los demás a respirar; ellos son la fuerza, el alma y el perfume; son la flor entre las flores; son los elegidos; son lo esencial del movimiento; son la sal de la sal de la tierra”.
El cumplimiento de esta metódica de purificación física y psicológica habrá de servir para curtir adecuadamente al revolucionario para las luchas por venir. Le permitirá, además, llegado el momento oportuno, dirigirse, sin vacilaciones, hacía dónde debe apuntar, hacía la fijación y determinación de los fines y procedimientos prácticos necesarios para iniciar y dirigir la acción.
El nihilista debe tensarse para estar listo para actuar en todas las ocasiones y escenarios posible, debe probarse a sí mismo que está capacitado para responder sin temor ante el dolor físico, sin dejarse penetrar por ningún tipo de flaquezas morales, dudas o perplejidades de origen pequeñoburgués. Debe entregar su vida y su destino totalmente a la realización de la ideología y debe estar listo en todo momento para producir los cambios de actitudes y las transformaciones que ésta exige como necesarios para provocar la acción del pueblo cuando llegue el tiempo de la revolución.
La figura del nihilista de Chernishevski busca, tal como señala el escritor inglés Martín Amis, refiriéndose a otro contexto, «politizar la capacidad de soñar», busca crear luchadores creyentes, fanatizados, inflexibles, imbuidos totalmente por y para la política, para llevar adelante la guerra de liberación.
Cuando una visión del mundo se asume desde el convencimiento y la seguridad de que es una verdad irrebatible, inmediatamente el credo se transforma en ideología, es decir, se asume como la revelación absoluta de la verdad, se cree que sus proposiciones se imponen por su propio peso con la seguridad de que se está en lo cierto de manera firme e incuestionable.
La ciencia asumida como ideología se concibe como un saber cierto, certificado y único de lo que es visible, utilizable, ponderable y mensurable, esto es, de lo material y palpable, de aquello que es perceptible y verificable.
Rehusar este saber sería abrir un espacio a la locura a lo irracional o al vicio, pues su certidumbre no es cuestión de fe, sino, según se supone, de la constatación de la configuración de hechos indiscutibles y verificables.
La sabiduría revolucionaria que plasma Chernishevski en la figura de Rachmetov encontrará algunos decenios posteriores su cristalización humana en la recia personalidad de Lenin.
En 1910, un opositor de los bolcheviques llega a afirmar que difícilmente un ser humano común pueda comparársele o medirse con un él, pues es un hombre que “se ocupa de la revolución veinticuatro horas al día, que no piensa en otra cosa que en hacer la revolución, y que, cuando duerme, no sueña otra cosa que la revolución”. Nikita Kruschev, quien sucede a Stalin como primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, expresaba, en su juventud, esta misma idea, al decir “que un verdadero bolchevique se siente como tal, aún cuando duerme”.
© Luis O. Brea Franco - Crónicas del ser
sábado, 10 de abril de 2010
Crónicas del ser
La formación del nihilista Rachmetov
Rachmetov -el nihilista de Chernishevski en su novela ¿Qué hacer?- es de sangre tártara y desciende de una “familia numerosa, influyente y aristocrática por vía de la madre”. En la literatura rusa, esta particularidad respecto al origen es signo de un carácter enérgico, voluntarioso, severo, distante del talante bonachón y despreocupado de los rusos. También, en su vocación original, indica un sentido de extrañamiento respecto al pueblo.
Chernishevski describe detalladamente el proceso de formación del líder paradigmático de la revolución rusa por venir: A los quince años se separa de sus padres. El padre es brutal y la madre delicada y resignada resiste por los hijos la crueldad paterna. En su adolescencia el nihilista era “un joven alto y bien proporcionado, pero no un Hércules”. Es desde el momento que abandona el hogar cuando decide reeducar su cuerpo para transformarlo en un organismo de acero. Como acontece con todo lo que emprende, se dedica a alcanzar este objetivo con gran decisión y con la reconcentrada intensidad de que capaz su ánimo osado.
Rachmetov se dedica primero a aprender diversos oficios manuales, como en el mito griego Hércules, según necesite fortalecer determinados músculos. Se alimenta sólo con lo que vigoriza el cuerpo y le permite crear músculos firmes. Por ejemplo, ingiere sobre todo grandes porciones de carne casi cruda. En poco más de dos años el ejercicio asiduo y la persistencia en su resolución lo convierte en un hombre musculoso y extraordinariamente fuerte, se convierte en un hercúleo gigante.
Terminada esa etapa, lo encontramos en San Petersburgo como estudiante inscrito en la Facultad de Ciencias Naturales. Al terminar el segundo año de la carrera regresa a la estancia de la familia, donde rompe con los hermanos que llevan una forma de vida parasita, típica de su estamento social, y a los veinte y dos años sale a vagabundear por toda Rusia. Después de miles de pequeñas aventuras regresa a la capital y se inscribe en la facultad de Filología.
Es cuando conoce al doctor Kirsanov, quien le sirve de instructor iluminado que hace despertar en él su autoconciencia: “Kirsanov será lo que Lopuchov ha sido para Vera, su iniciador, el introductor en una vida nueva”.
Su regeneración se constituye también como un acontecimiento de naturaleza intelectual. Adopta en esta fase principios que Chernishevski califica de “muy originales”. “«Nada de vino ni de mujeres»”. Esto a pesar de que el joven “tiene índole fogosa…”. Rachmetov reflexiona: “«¡Es así que se debe hacer! Queremos que los seres humanos sean colmos de bienestar y libres; entonces, debemos demostrar con nuestra vida, que eso lo queremos no por egoísmo, que no nos mueve el deseo de satisfacer nuestras pasiones, sino que trabajamos por el hombre en general, que luchamos por principios, por convencimiento, por una llamada del deber»”.
En armonía con tales fundamentos, Rachmetov lleva una vida frugal en extremo. Se alimenta de carne para mantener sus fuerzas, mas también ingiere pan del más corriente, pero excluye el azúcar y las frutas, pues las considera superfluas. “«Todo lo que está fuera del alcance de las clases pobres, no me está permitido tocarlo: para entender la vida hay que vivirla»”. Tiene un sólo remordimiento de conciencia, y este es el que no se ha podido deshacerse del humo, del tabaco.
En cuanto a la planificación y a la utilización del tiempo, se impone en esto la misma rigurosa disciplina; considera que al tener múltiples ocupaciones diferentes, el cambiar de una a otra le sirve de relajamiento y descanso mental.
Durante los primeros tiempos de su “renacimiento” –como lo llama el autor-, dedicaba todo el tiempo a leer, pero “cuando le parece que ha conquistado una serie coherente de principios indiscutiblemente justos –esto es, cuando accede al plano de la ideología [LOBF]- coloca la lectura en un segundo plano y no vuelve a dedicar a los libros que muy breves retazos de tiempo, muy de vez en cuando”.
Rachmetov -al igual que su creador, Chernishevski- sostiene que habría que tirar a la basura lo esencial de la cultura histórica y contemporánea. Esto lo asume plenamente el discípulo aventajado, y comenta así: “«Los especialistas que profesan las concepciones de la ciencia actual encuentran que en los libros de aquellos señores mencionados por todos –es decir, los de los grandes escritores pregonadores de las ideas liberales del momento- hay verdaderamente muy pocos destellos de sabiduría que recoger, y el leerlos constituye una gran pérdida de tiempo, con el único resultado de atiborrar el cerebro con temas que no son de algún provecho al desarrollo de la humanidad. Lo mismo puede decirse de casi todas las teorías en las ciencias morales. El desprecio que sienten esas doctrinas por el principio antropológico –léase, por el principio esencial del materialismo monista que esgrime Chernishevski- las priva de cualquier mérito»”.
Este es el parámetro básico que guía, en sus lecturas, al nihilista ideal en la novela: “En cada materia no son numerosas las obras fundamentales; las demás no hacen sino repetir, difuminar, estropear lo expuesto más plena y claramente en aquellas pocas obras fundamentales. Por lo tanto, sólo éstas hay obligación de leerlas. Cualquier otra lectura es inútil pérdida de tiempo”. El método que emplea Rachmetov para clasificar los textos que se presentan para su posible lectura es establecer un criterio que sirva para discernir lo verdadero de lo falso –el bien del mal- con un discernimiento infalible. Un razonamiento que es típico de un sistema de pensamiento dominado por un dogma o por una ideología.
Pero, ¿qué libros o autores lee Rachmetov? Fundamentalmente, a Ludwig Feuerbach (1804-1872) en el campo de la filosofía, y las obras de la trilogía de los pensadores materialistas a que me he referido anteriormente: las del médico alemán, Friedrich Ludwig Büchner (1824–1899), las del fisiólogo holandés, Jacob Moleschott (1822-1893) y las del zoólogo, geólogo y fisiólogo suizo, Karl Vogt (1817-1895).
La vía de la reeducación revolucionaria se construye mediante la práctica de una ascesis estricta, casi penitencial, que está llamada a templar la voluntad para volverla insensible al dolor físico y desapegarla de los hábitos adquiridos en la infancia y la juventud mediante la educación formal o los contactos que se puedan haber tenido con las clases aristocráticas y burguesas.
El nihilista es fruto de su propio esfuerzo y de un prolongado proceso metódico y doloroso de reeducación de un ser humano de orígenes aristocráticas para transformarse en un ser diferente de los demás, listo para emprender el papel líder en la lucha por la liberación del pueblo ruso.
© Luis O. Brea Franco
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