domingo, 20 de febrero de 2011
II. Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
II
A su regreso de Occidente, Pedro I, procede inmediatamente a reorganizar el gobierno según modelos occidentales, transformando Rusia en un estado absolutista a semejanza de la Francia de Luis XIV.
Reemplaza la vieja Dieta o Duma, que congrega a la nobleza boyarda constituida para ofrecer la asistencia de los nobles al soberano en el gobierno de imperio, por un reducido Consejo de Estado que denomina, ahora, Senado, y que dispone compuesto de nueve miembros, preside en la práctica la administración pública y es el organismo capacitado para tomar las decisiones determinantes con respecto al manejo de la incipiente burocracia.
El emperador, también crea nueve colegios o consejos ministeriales compuestos de trece miembros que, con posterioridad se transforman en los órganos supremos de gobierno, encargados de llevar el día a día de la administración pública, mientras el zar retiene para sí el poder absoluto con potestad para nombrar y cancelar a todos los cargos de corte, militares, eclesiásticos y, en general, de orden oficial.
Igualmente, ordena a todos los miembros de la Corte y a sus oficiales, que se rasuren sus barbas, lo que provoca entre los boyardos, que andan muy orgullosos de las mismas, que se levanten objeciones ante la medida, por lo que, el soberano dictamina como paliativo, que cuando éstos desearan mantenerlas deben pagar un impuesto anual de cien rublos al estado.
En Europa occidental desde febrero de 1582, se estableció que a partir del 11 de septiembre de ese año tendría vigencia un nuevo calendario, denominado gregoriano, pues trae su origen en la disposición del papa Gregorio XIII, que lo instaura mediante la bula Inter gravissimas.
Este pretende corregir impropiedades y desfases del calendario juliano, en vigor en Occidente desde el año 42 de nuestra era, que permanece en vigor en Rusia aún después de la reforma del papa Gregorio XIII. Entre ambos modos de medir el tiempo hay una diferencia de 13 días de menos en el calendario juliano.
Es por esta razón que la revolución del 25 de octubre de 1917, en Occidente coincidiera con el día 7 del mes de noviembre. La reforma del tiempo gregoriana no fue asumida por las reformas de Pedro el Grande y permaneció en vigencia el calendario juliano en Rusia hasta que se estableciera la vigencia del gregoriano en el año 1918.
Por otro lado, para la Rusia profunda, rural, Pedro crea las provincias, y estas a su vez las divide en distritos. La tarea fundamental del Senado es la de recabar los impuestos y mantener el control administrativo en el interior. Esta reforma tuvo como consecuencia un sensible aumento en las recaudaciones.
Otro ámbito de las reformas de gobierno, estriba en la modificación de la estructura eclesiástica de la Iglesia Ortodoxa, que se incorpora parcialmente a la estructura administrativa del país, transformándola, en la práctica, en una herramienta burocrática del Estado.
En este sentido se abroga el patriarcado, es decir, la preeminencia de un obispo o patriarca sobre toda la estructura eclesial, y se le sustituye por un cuerpo de carácter colectivo, que se encarga de administrar la iglesia, el Sínodo Sagrado, que viene presidido por un funcionario laico designado por el zar.
Pedro erige, prácticamente de la nada, en unos terrenos pantanosos e insalubres, que ha conquistado a los suecos en 1703, la ciudad de San Petersburgo.
La fundación de la ciudad tiene el propósito de abrir una ventana del imperio ruso hacía Europa occidental para que sirva de observatorio de lo que allí acontece y, además, para fungir como una muestra tangible del poderío del nuevo imperio ante los pueblos y reinos de Europa occidental.
También, en el proceso de reformas elimina todos los vestigios del antiguo autogobierno local, y determina que el papel de la nobleza debe concentrarse en servir en el ejercito y en la nueva estructura administrativa de la nación, como delegados del poder imperial.
Para estos fines se adopta una Tabla de rangos que define mediante el establecimiento de una lista formal, las posiciones de la Corte imperial, las de carácter administrativo civil, los escalafones militares, los rangos de los funcionarios gubernamentales y del servicio judicial.
Esta innovación se trae de Dinamarca, y se pone en vigencia en 1722 –su operatividad se mantiene, con pocas modificaciones, hasta la revolución de 1917, cuando viene formalmente abolida.
Sin embargo, la persistencia durante casi dos siglos del ordenamiento burocrático de la nomenclatura de la Rusia imperial ha calado en el inconsciente colectivo del pueblo ruso, y la burocracia revolucionaria soviética retomará estos principios de clasificación burocrática al determinar las funciones del estado al momento de “organizar” la administración de la Rusia soviética.
La tabla de rangos determina la posición jerárquica y el estado de una persona según el escalafón que ocupa en su servicio al zar.
El esquema establece que las promociones se hacen de acuerdo al mérito de las personas, pero en realidad el instrumento se transforma en el medio adecuado para mantener el control sobre los pequeños burgueses de la ciudades y sobre la nobleza empobrecida.
La tabla se articula en catorce categorías, según la formación, las funciones, los honores y el reconocimiento debido a los individuos (funcionarios, militares, juristas, académicos, eclesiásticos...) por el escalafón que ocupan en ella.
Las cinco jerarquías supremas conceden a quienes las alcanzan la nobleza hereditaria, mientras que los rangos 6º, 7º y 8º conceden la nobleza vitalicia, y los restantes escalafones intermedios confieren derechos y privilegios nobiliarios mientras se ejerciere el cargo.
Según una modificación establecida en los años sesenta del siglo XIX -la única variación en el tiempo de su vigencia- en la administración se establece el ascenso por la vía de antigüedad en el cargo cada cuatro años al escalafón inmediatamente superior.
Pero en la práctica es muy difícil ascender a los rangos superiores sin contar con buenas relaciones familiares entre la clase nobiliaria o en la corte. Con el paso de los años los rangos superiores fueron acaparados por personas procedentes de la gran nobleza terrateniente, que representa el 0,6% de la población, que, de hecho, acaparan todos los altos cargos de la administración civil, de las fuerzas armadas, de la diplomacia y de la corte.
Además, las reformas de Pedro permiten que las mujeres puedan mostrarse con el rostro descubierto y que participen de la vida social. Se favorece, además, la instrucción pública y se crean los primeros institutos superiores, tales como la Escuela Politécnica y la Academia de Ciencias de San Petersburgo. Se estimula la impresión de textos y, en 1703, aparece el primer periódico ruso, que tiene por título: Noticias de acontecimientos militares y otros sucesos dignos de recordación.
El zar Pedro fallece en un momento inesperado, cuando se encontraba en la plenitud de sus fuerzas. Este acontecimiento repentino deja abierta la cuestión de la sucesión del trono, una problemática que proyectará sus sombras sobre el desarrollo del imperio por casi cien años.
Además, en razón de todas las transformaciones realizadas en tan poco tiempo, las reformas debían calar aún en el alma de los pobladores del reino. Por esta situación la sucesión de Pedro el Grande dejo muchas interrogantes abiertas que se proyectarían de manera sombría durante los siguientes doscientos años: ¿Cuál debe ser la actitud y el nivel de apertura de la Rusia atrasada con Occidente? ¿Cuál es la auténtica Rusia? ¿La de Pedro, o la anterior a sus reformas, o habría que buscar una nueva identidad creativamente, al intentar lograr una síntesis única entre los elementos de la antigua y la nueva Rusia? ¿Es una decisión atinada que el estado se imponga en el gobierno de la religión o debe ser lo contrario, que es la Iglesia la que debe de absorber en sí al estado en sí mismo?
Pedro cambió las reglas de sucesión del trono después de que exilió a su hijo, Alexis, que se opuso a las reformas de su padre y se presentó como figura emblemática de los grupos antirreformistas.
Una ley promulgada por Pedro I, deja la decisión de elegir al sucesor del zar en manos del emperador reinante, pero Pedro no llega a determinar, antes de su muerte en 1725, quien le debe suceder.
En las décadas que siguen a su desaparición, la ausencia de reglas sobre la sucesión dejó a la monarquía abierta a intrigas, rebeliones y golpes de Estado. En adelante, el factor determinante para obtener el trono es el de contar con el apoyo por la guardia élite del palacio en San Petersburgo.
© Luis O. Brea Franco
Crónicas del ser
Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
I
El emperador Pedro I el Grande (1672-1725), viene considerado como el padre de la Rusia moderna y el restaurador del poder del régimen autocrático de los zares.
En efecto, es él quien impulsa las grandes transformaciones y reformas que cambian económica y socialmente la nación entre los siglos XVII y XVIII, y prepara el estado para afrontar el proceso de modernización que se ve venir con los nuevos tiempos, y que poco a poco se implanta en las más adelantadas naciones de Europa occidental.
Entre los grandes cambios que produce el zar Pedro I, se cuenta uno que es determinante y engloba a todos los demás: transformar el marco de referencia necesario para definir la nueva personalidad de la nación rusa.
La identidad de la nueva Rusia ha de confrontarse, en lo fundamental, como una nación fundamentalmente poderosa, como una potencia semejante a las grandes naciones de Europa Occidental, tanto en el orden militar, como en la economía y en lo productivo, en la educación, en lo cultural, en las instituciones religiosas y en el crecimiento poblacional.
La nueva nación reformada ha de hacerse sentir y temer al disponer de una flamante y vigorosa capacidad de imponer sus perspectivas, intereses e intenciones a sus vecinos.
Debe llegar a presentarse, también, entre las naciones de Europa, desde el despliegue de exuberante brío y una rozagante osadía de pueblo joven dirigido hacía objetivos concretos, realistas, que lo configuran como un nuevo centro de poderío y pujanza en el límite Este de Europa.
Todos los estados circunvecinos deben aprender a convivir con esta innovadora situación, pues la nueva potencia está dispuesta ha participar ahora plenamente, gracias a su genio joven y a su restablecida creatividad y fuerza, con renovado vigor y determinación en el concierto de las naciones de Europa, Medio Oriente y Asia.
El zar busca edificar un estado que logre desarrollarse y modernizarse, a través de la implantación y utilización de nuevas técnicas e instrumentos adecuados para ampliar el comercio e iniciar nuevas explotaciones agropecuarias e industriales; y se preocupa por disponer, para alcanzar estas metas, de seguras y cómodas vías de comunicación internas, un elemento de primaria significación al tratarse de un territorio tan dilatado en cuanto a sus dimensiones, marcado por el predominio, durante el mayor tiempo del año, tanto en la primavera, el otoño y el invierno, de crudas condiciones para hacer posible el despliegue de la vida humana.
Para ello, el emperador Pedro impulsa la navegación fluvial como principal medio de transporte, mediante la construcción de canales navegables que puedan comunicar entre sí los grandes ríos que nacen de la rica orografía que caracteriza el reino.
Desarrolla, además, una consistente flota mercante interna, y crea una flotilla de guerra que permita garantizar la integridad territorial y abra nuevas posibilidades para conquistar territorios estratégicos necesarios para garantizar su seguridad estratégica y garantizar las fuentes de abastecimientos de las materias primas necesarias para sostener la producción de bienes.
Para lograr plasmar la nueva visión del ser y del destino de Rusia, Pedro I estima que esta debe alcanzarse, aún a costa de recurrir a la violencia interna más agresiva, mediante la transformación radical de los valores anteriormente estimados como los tradicionales.
A partir de ahora, criterios como el de la religiosidad, la institucionalidad de la Iglesia rusa ortodoxa, el papel que asignan las costumbres heredadas a la nobleza, a las tradiciones de culturales y a las costumbres codificadas en el curso de los muchos siglos de vigencia del viejo reino de Moscovia, núcleo originario del imperio ruso, deberán cambiarse para dar paso y ampliar la visión de la nueva Rusia que vislumbra en sus sueños, Pedro el Grande.
En el momento en que accede a la autoridad suprema del país, Rusia es la nación más extendida del mundo. Sin embargo, su población no supera los quince millones de habitantes y la gran mayoría de estos son campesinos analfabetos que viven en extrema pobreza y en total degradación humana, sujetos a los terratenientes y al poder central por un modo de producción fundamentalmente esclavista, que viene encubierto mediante un paternalismo mitológico orientado en los principios fundamentales de la religiosidad ortodoxa griega.
El territorio bajo la autoridad nominal de los zares se extiende desde el mar Báltico hasta las costas del Océano Pacífico; empero, es un estado, que apenas puede considerarse con relación a las naciones de Europa occidental, donde las relaciones sociales se enmarcan en prácticas de producción, técnicas de labranza, de intercambio comercial y formas de relación económicas, sociales y culturales sumamente diferentes de los modos atrasados, arcaicos, elementales vigente en Rusia.
Gran admirador del progreso que la modernización tecnológica y el desarrollo de la riqueza produce en las naciones de Europa occidental gracias al vigoroso desarrollo del comercio y el establecimiento de colonias en todo el mundo a fin de proveerse de las materias primas para incrementar su producción doméstica de bienes de consumo y de inversión, Pedro decide realizar un viaje de observación y aprendizaje por tierras europeas (1697-1698), para formarse una visión personal de lo que acontece en aquellas naciones en esos tiempos y a la vez, intenta discernir cuáles de tales técnicas y desarrollos pueden trasplantarse a su reino, a fin de comenzar un acelerado proceso de transformación y adelanto cultural mediante la ejecución de un vasto programa de modernización de la vida y de las costumbres atrasadas vigente en su imperio.
© Luis O. Brea Franco
Crónicas del ser
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