domingo, 20 de febrero de 2011
Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
Breve recuento histórico sobre los gobiernos de Rusia desde el zar Pedro I el Grande, a Alejandro I (1672-1801)
I
El emperador Pedro I el Grande (1672-1725), viene considerado como el padre de la Rusia moderna y el restaurador del poder del régimen autocrático de los zares.
En efecto, es él quien impulsa las grandes transformaciones y reformas que cambian económica y socialmente la nación entre los siglos XVII y XVIII, y prepara el estado para afrontar el proceso de modernización que se ve venir con los nuevos tiempos, y que poco a poco se implanta en las más adelantadas naciones de Europa occidental.
Entre los grandes cambios que produce el zar Pedro I, se cuenta uno que es determinante y engloba a todos los demás: transformar el marco de referencia necesario para definir la nueva personalidad de la nación rusa.
La identidad de la nueva Rusia ha de confrontarse, en lo fundamental, como una nación fundamentalmente poderosa, como una potencia semejante a las grandes naciones de Europa Occidental, tanto en el orden militar, como en la economía y en lo productivo, en la educación, en lo cultural, en las instituciones religiosas y en el crecimiento poblacional.
La nueva nación reformada ha de hacerse sentir y temer al disponer de una flamante y vigorosa capacidad de imponer sus perspectivas, intereses e intenciones a sus vecinos.
Debe llegar a presentarse, también, entre las naciones de Europa, desde el despliegue de exuberante brío y una rozagante osadía de pueblo joven dirigido hacía objetivos concretos, realistas, que lo configuran como un nuevo centro de poderío y pujanza en el límite Este de Europa.
Todos los estados circunvecinos deben aprender a convivir con esta innovadora situación, pues la nueva potencia está dispuesta ha participar ahora plenamente, gracias a su genio joven y a su restablecida creatividad y fuerza, con renovado vigor y determinación en el concierto de las naciones de Europa, Medio Oriente y Asia.
El zar busca edificar un estado que logre desarrollarse y modernizarse, a través de la implantación y utilización de nuevas técnicas e instrumentos adecuados para ampliar el comercio e iniciar nuevas explotaciones agropecuarias e industriales; y se preocupa por disponer, para alcanzar estas metas, de seguras y cómodas vías de comunicación internas, un elemento de primaria significación al tratarse de un territorio tan dilatado en cuanto a sus dimensiones, marcado por el predominio, durante el mayor tiempo del año, tanto en la primavera, el otoño y el invierno, de crudas condiciones para hacer posible el despliegue de la vida humana.
Para ello, el emperador Pedro impulsa la navegación fluvial como principal medio de transporte, mediante la construcción de canales navegables que puedan comunicar entre sí los grandes ríos que nacen de la rica orografía que caracteriza el reino.
Desarrolla, además, una consistente flota mercante interna, y crea una flotilla de guerra que permita garantizar la integridad territorial y abra nuevas posibilidades para conquistar territorios estratégicos necesarios para garantizar su seguridad estratégica y garantizar las fuentes de abastecimientos de las materias primas necesarias para sostener la producción de bienes.
Para lograr plasmar la nueva visión del ser y del destino de Rusia, Pedro I estima que esta debe alcanzarse, aún a costa de recurrir a la violencia interna más agresiva, mediante la transformación radical de los valores anteriormente estimados como los tradicionales.
A partir de ahora, criterios como el de la religiosidad, la institucionalidad de la Iglesia rusa ortodoxa, el papel que asignan las costumbres heredadas a la nobleza, a las tradiciones de culturales y a las costumbres codificadas en el curso de los muchos siglos de vigencia del viejo reino de Moscovia, núcleo originario del imperio ruso, deberán cambiarse para dar paso y ampliar la visión de la nueva Rusia que vislumbra en sus sueños, Pedro el Grande.
En el momento en que accede a la autoridad suprema del país, Rusia es la nación más extendida del mundo. Sin embargo, su población no supera los quince millones de habitantes y la gran mayoría de estos son campesinos analfabetos que viven en extrema pobreza y en total degradación humana, sujetos a los terratenientes y al poder central por un modo de producción fundamentalmente esclavista, que viene encubierto mediante un paternalismo mitológico orientado en los principios fundamentales de la religiosidad ortodoxa griega.
El territorio bajo la autoridad nominal de los zares se extiende desde el mar Báltico hasta las costas del Océano Pacífico; empero, es un estado, que apenas puede considerarse con relación a las naciones de Europa occidental, donde las relaciones sociales se enmarcan en prácticas de producción, técnicas de labranza, de intercambio comercial y formas de relación económicas, sociales y culturales sumamente diferentes de los modos atrasados, arcaicos, elementales vigente en Rusia.
Gran admirador del progreso que la modernización tecnológica y el desarrollo de la riqueza produce en las naciones de Europa occidental gracias al vigoroso desarrollo del comercio y el establecimiento de colonias en todo el mundo a fin de proveerse de las materias primas para incrementar su producción doméstica de bienes de consumo y de inversión, Pedro decide realizar un viaje de observación y aprendizaje por tierras europeas (1697-1698), para formarse una visión personal de lo que acontece en aquellas naciones en esos tiempos y a la vez, intenta discernir cuáles de tales técnicas y desarrollos pueden trasplantarse a su reino, a fin de comenzar un acelerado proceso de transformación y adelanto cultural mediante la ejecución de un vasto programa de modernización de la vida y de las costumbres atrasadas vigente en su imperio.
© Luis O. Brea Franco
Crónicas del ser
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