domingo, 11 de noviembre de 2007
Luis O. Brea Franco contemplándose en El espejo de Babel
“Luis O. Brea Franco contemplándose en El espejo de Babel”
Francisco R. García Pérez
Desde hace muchos años, algunos de nuestros mejores intelectuales acostumbran a recopilar en libros sus artículos publicados en la prensa. A tan espléndido gesto, hemos de agradecer la posibilidad de volver a disfrutar una lectura más sosegada de páginas inolvidables que en su momento crearon: RP. Robles Toledano, María Ugarte, Celso Benavides, María Del Carmen Prodoscimi de Rivera, Andrés L. Mateo, José Alcántara Almánzar, Enriquillo Sánchez o Pedro Delgado Malagón. Su calidad formal evidencia una madurez estética igual a la que se encuentra en los mejores periódicos españoles, mejicanos o argentinos.
Con este ejercicio, que contrasta con la fugacidad de la mera crónica del acontecer diario, los lectores y el autor coincidimos en un ámbito de ideas y análisis que busca la precisión de aquellas cuestiones que la sociedad reclama sean ponderadas por sus individuos más sobresalientes. Nuestra historia literaria siempre ha contado con figuras de renombre como Don Américo Lugo, Manuel Arturo Peña Batlle, Vetilio Alfau Durán, Héctor Incháustegui Cabral, Juan Isidro Jiménez Grullón y Juan Bosch, en la segunda mitad del Siglo XX ; o, Pedro Francisco Bonó, Francisco Gregorio Billini, Federico García Godoy, José Ramón López, entre otros, en la segunda mitad del siglo XIX.
Luís O. Brea Franco, al publicar en El espejo de Babel sus artículos escritos para el periódico El Caribe desde Octubre del 2000 hasta Noviembre del 2004, no ha hecho sino continuar una tradición que se remonta incluso hasta la segunda mitad del Siglo XIX en nuestro país. Dentro de esta variante del ensayo, que representan estas publicaciones, el autor combina su elevada formación académica en filosofía y en humanidades clásicas, desarrollada bajo la tutela de Eugenio Garin en la Universidad de Florencia, Italia, con la sabiduría obtenida del desempeño dentro de la gestión cultural en la administración pública.
El espejo de Babel está dividido en cinco (5) secciones, que su autor llama etapas para aludir a la suerte de espiral cronológica en la que se van desarrollando desde distintos ángulos los mismos temas. En sentido general, estos se pueden agrupar en tres (3) grandes líneas: gestión cultural, políticas local e internacional, y acontecer intelectual y filosófico contemporáneos. Aunque expuestos dentro de la rígida contención que exigen las publicaciones de la prensa, la problemática tratada, sin embargo, se cubre con particular precisión y claridad.
Los temas de gestión cultural son abordados desde dos perspectivas distintas, de un lado, la crítica al quehacer mismo ejercido por sus representantes gubernamentales aparece en los artículos: No solo espectáculos, Declaraciones ministeriales, Lo cultural: una reforma trunca, Ni Mozart ni Salieri, Dos visiones de la cultura, Discípulos de Ionesco, La cultura vuelta de cabeza, entre otros, o bien, desde el ángulo de las recomendaciones sobre la expresión ideal, a juicio del autor, de la gestión cultural en: Un sueño, Promoción del libro y la lectura, Por un fondo creativo, Recursos para la lectura, Las obras de cultura, La excepción cultural, y acaso el mejor sobre el tema: El derecho a la cultura: derecho humano fundamental.
Pese al condicionante crítico que para un intelectual significa la adhesión partidista, no percibo en los artículos dedicados a la política nacional la incómoda distorsión que esto suele producir. Con seguridad, ayuda la perspectiva ética desde la que siempre aparecen enfocados sus enjuiciamientos. Amén de que los hechos a que se refiere corresponden a acciones de extrema inmoralidad, ante las cuales los responsables de orientar a la sociedad no deberían permitirse jamás la imperdonable complicidad del silencio. Sobresalen, creo, Intento de secuestro, Clientelismo y cultura, Agonía cotidiana, Asalto constitucional, Cultura del abandono, Necesidad de ideas claras, Retórica y verdad, y los mejores dentro de este tema: La tierra del eterno retorno, La danza de los millones, Cordura, Mcbeth el insaciable y La noria infernal.
La opinión de Brea Franco en materia del acontecer internacional se aproxima a la posición política tradicionalmente englobada bajo el término izquierdismo, en la medida en que somete a cuestionamientos severos las acciones políticas de los Estados Unidos, incluso antes de verse las consecuencias favorables o no de las mismas. ¿Roma rediviva?, apoyándose en el libro Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri, La Guerra, El enojo de Rumsfeld, Guerra y opinión pública, Los horrores de la guerra, y por último, Símbolos del nuevo orden, son todos artículos donde apoyándose en un fino análisis expone, con mesurados razonamientos, su parecer.
En el manejo del acontecer intelectual y filosófico contemporáneos asistimos con los artículos de Brea Franco al espectáculo de contemplar un verdadero Maitre a penser - como dice, Vargas Llosa de Sartre, Camus o Isaiah Berlin – revelándose dueño absoluto del oficio de cincelar textos de factura impecable. Cuando se ocupa de pensadores contemporáneos como: Martín Heidegger, John Rawls, Paul Ricoeur, Theodor Adorno se nota un deliberado esfuerzo de adaptación de sus ideas a nuestra problemática particular como país. Si se ocupa de Samuel Huntington, lo hace para enfrentar sus ideas contra la migración hispana hacia los Estados Unidos, en su último libro ¿Quiénes somos?, Los desafíos a la identidad nacional estadounidense y, para oponerle las críticas de Francis Fukuyama a su tésis de que la cultura norteaméricana se apoya en los valores de la religión protestante. En uno u otro caso, se nota un ejercicio de pensamiento creativo, en todo momento, alejado de la reproducción mecánica de ideas y pensamientos ajenos.
Bien escritos y mejor pensados, destacan por sobre todos los demás, aquellos artículos que tratan acerca de filósofos y temas filosóficos. Son piezas magistrales: El mecánico de la razón, sobre el bicentenario de Kant; Ex-nihilo, sobre la nada en Parménides; ¿Filosofía?, suerte de acercamiento a las evanescencias de su definición; El viaje de la Ilustración, en el que valiéndose de la metáfora del recorrido de Ulises explica el tránsito del Renacimiento al Siglo de las Luces, o bien, Interpretación de Nietzche, donde examina el libro que el filósofo alemán Rudiger Safranski dedica a su controversial compatriota, dentro de una trilogía que inició con Schopenhauer y completó con Heidegger, tratando de descubrir los hilos sutiles que enlazan sus ideas respectivas. Las cuestiones analizadas en estos artículos claramente forman la base teórica de todo el libro.
El paso de Brea Franco por el difícil terreno de la actualidad intelectual ocupándose de figuras tan diferentes como el historiador Paul Kennedy; Ilya Prigogine, teórico del caos; Theodor Adorno, filósofo de la Escuela de Frankfurt; Paul Ricoeur, sumo pontífice de la hermenéutica; George Steiner, el humanista; o el filósofo moral John Rawls, verdaderamente asombra por la propiedad con la que descubre en cada uno el núcleo central del que emergen sus complejas reflexiones. Junto a los artículos que dedica a Federico Nietzche: Interpretación de Nietzche, Nietzche y la post-modernidad, Nietzche con coco y Nietzche en Santo Domingo, se evidencia la rara virtud de practicar la erudición sin contaminarse del exhibicionismo que delata una inexcusable inmadurez del intelecto.
Cuestiones como la hermenéutica, el nihilismo, el nuevo orden mundial, la cultura y la filosofía o autores como Nietzche y Heidegger integran la agenda de reflexiones de la post-modernidad, por lo que decir que El espejo de Babel es, en cualquiera de las tres vertientes que abarca, un interesante aporte del discurso ensayístico dominicano a los problemas de esta corriente de pensamiento equivale a otra forma de hacerle justicia. Comprobación esta que no impide advertir, con alguna sorpresa, que pese a tener Brea Franco una filiación filosófica semejante, no se hubiese inclinado, como era predecible, hacia las posiciones de Lyotard o Baudrillard, mucho más acordes con la genealogía que aquel constantemente invoca, sino que orienta su proa en dirección cercana a los defensores contemporáneos del proyecto de la Ilustración como Jürgen Habermas, o bien hacia estilos, más discretamente apocalípticos, dentro de la post-modernidad como los de Gianni Vattimo en el Pensamiento débil y en la Ética de la interpretación.
Contemporáneo estricto de El espejo de Babel, apareció en el 2004, el ensayo titulado El terror como espectáculo, obra del magnífico poeta Enriquillo Sánchez. Quien, como de costumbre, haciéndose eco de Roland Barthes optó por razonar sobre el ataque terrorista a las Torres Gemelas siguiendo la deriva irracional que caracterizó al, por demás arbitrario y provocador, ensayista francés. El poeta compartió igual desencanto que su maestro, cuando éste se dio de bruces contra la letal aporía oculta detrás de la regresión infinita, ocasionada por el hecho, inesperado para ambos , de que cualquier meta-lenguaje puede convertirse en lenguaje-objeto, en una sucesión que se repetiría interminablemente. Desolados, maestro y alumno, terminaron deambulando en el laberinto post-estructuralista. Razonando argumentos a favor de la irracionalidad, Enriquillo Sánchez, resultó ser, no obstante, más fiel que Brea Franco a sus orígenes.
Entre los que, de un lado se oponen, como Enriquillo Sánchez, Roland Barthes, los post-estructuralistas o los post-modernos a lo Baudrillard y Lyotard, al proyecto de la Ilustración, y, los que, de otro lado, simpatizan con Jurgen Habermas con su Razón Comunicativa o con Karl Otto Appel y su Teoría de una Comunidad Ideal de Comunicación, me inclino a favor de estos últimos; creo igual que Brea Franco y ellos, que la Ilustración no es un paradigma agotado, pues el ideal de justicia, de igualdad, de libertad, tanto como la apelación a la razón, ya fuere: científico-natural o filosófica, siguen dando frutos útiles a la humanidad. Proponer su ruina a causa del Holocausto, de Stalin u otros desaciertos, al tiempo que injusto, adolece de un peligroso reduccionismo, que solo nos sirve para exaltar la sinrazón. Estos profetas del apocalipsis de la racionalidad ya tienen desbordadas sus copas con el resurgimiento de los nacionalismos, de los fundamentalismos religiosos, por lo que, leales al espíritu de la Ilustración, habremos de proponerles que apuren su contenido libremente hasta el final. Quienes no participamos de sus gustos, pues, proseguiremos con los nuestros.
De ninguna lectura nadie sale nunca ileso. El espejo de Babel de Luis O. Brea Franco deja en sus lectores la agradable, aunque infrecuente sensación, de haber compartido con un autor capaz de internarse en los más sombríos abismos del pensamiento contemporáneo: Heidegger, la post-modernidad, o la hermenéutica, guardándose siempre de que su expresión no perdiera jamás su peculiar transparencia verbal.
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