lunes, 31 de mayo de 2010
I.- Vladimir Nabókov, la novela “La dádiva” y la figura de Chernishevski
I. El conocimiento pleno de la obra de Vladimir Nabókov (1899-1977), escritor ruso naturalizado norteamericano, se ha visto obstaculizado por la posición central que ha asumido, entre el gran público de lectores y a juicio de cierta crítica norteamericana su obra más conocida, la novela “Lolita”, publicada en inglés en 1955.
Esta manera de enfocar y valorar la obra de Nabókov, al poner como su eje la novela apenas mencionada, ha tenido como resultante que se opacara el conocimiento y la valoración de su llamada “etapa rusa”, es decir, de los escritos que este maestro de la literatura del siglo XX, redactó en la lengua de su país natal, y que caracterizó su escritura hasta el 1938, que es el momento cuando comienza a escribir directamente en lengua inglesa.
Nabókov, cuyo nombre completo es Vladimir Vladimirovich Nabókov, era el hijo mayor de una familia muy rica de abolengo aristocrático originaria de San Petersburgo. En esta ciudad nació y se formó. En el seno de la familia se hablaba el ruso, pero, también el inglés y el francés. Por esta razón Nabókov fue trilingüe desde muy pequeño, e incluso, por la presencia en ese período de institutrices inglesas, aprendió y practicó primero el inglés que el ruso.
Nabókov es reconocido, además de escritor y de profesor de literatura, igualmente por sus significativas contribuciones al estudio de los lepidópteros y por la formulación de significativos problemas en el juego de ajedrez.
La última novela del período ruso se titula “La dádiva” -en ruso “Dar”-. La escribe entre 1935 a 1937, mientras vive en el exilio, en Berlín. Viene considerada en la actualidad como una de las más importantes obras de la narrativa rusa del siglo XX.
El propio escritor consideraba “La dádiva”, como la mejor y más equilibrada de sus obras escritas en lengua rusa. Insistía en estimarla como la más hermosa novela de ese período; además de considerarla la más clásica y la más nostálgica sobre la Rusia perdida con la revolución bolchevique.
También la juzgaba como la más pura de sus obras, ya que era el texto que con mayor gracia y plenitud, trataba a su juicio, sus temas predilectos: el origen y el modo de cumplirse de la creación artística; el aspecto que tiene que ver con la ingeniosa forma en que participa la naturaleza en la creación artística, el de la fascinación por el engaño, el del pánico y la repugnancia que crea el error y, sobre todo, el del extraño comercio que se produce en la realidad entre el arte y la vida.
Empero, esta novela es, también, la más lograda en cuanto a la armonización de forma y contenido, ya que, como confiesa el propio Nabókov, en el prefacio a la edición en inglés de 1962, la auténtica protagonista de la obra es la literatura rusa.
La lectura de “La dádiva” pide un lector conocedor pleno del vertiginoso juego de deslumbramientos, sombras y reflejos que se originan desde las historias y mundos fantásticos que se abren en toda la literatura rusa.
Esta novela es, en cierto sentido, una obra esotérica. Al ser escrita desde una vivencia cargada de nostálgia que exige un lector versado en el complejo sistema de alusiones, insinuaciones, huellas, símbolos y mitos presentes en la literatura rusa.
Exige, también, un lector amoroso que sea capaz de identificar y descifrar los múltiples signos, figuras, ciudades fantásticas a que se hace referencia; que sea capaz de descodificar las citas camufladas o implícitas, los guiños y las sugerencias no plenamente formuladas y descodificadas, que se relacionan directa o indirectamente con las letras y con la cultura rusa en sentido general. Exige un lector avispado, inteligente, que pueda descubrir, en los personajes y en la forma en que vienen presentados y representados en la descripción de sus situaciones, las transformaciones que produce el autor desde la complejidad en sus parámetros imaginarios.
La novela, que se despliega en cinco largos capítulos, tuvo problemas para publicarse completa en la revista en que fue apareciendo parcialmente, “Anales contemporáneos” –“Sovremenye Zapiski”-, que era el órgano más importante de los rusos emigrados de la Unión Soviética y que se publicaba en París.
El título de esta revista derivaba de la unión del encabezamiento de las dos más famosas revistas literarias liberales de Rusia durante del siglo XIX: “Sovremennik”, “El contemporáneo” y “Otéchestvennye Zapishi”, “Anales de la patria”. Tales fueron los medios de prensa más comprometidos con las reformas y la transformación, en sentido populista, es decir, desde la postulación de un modo de pensar socialista anclado en la idiosincrasia de la sociedad rusa.
La publicación en el exilio respondía al ideario del Partido Socialista Revolucionario, que era el heredero de la tradición populista rusa de la fueron fundadores e ideólogos, tanto Aleksandr Herzen como Nikolái Chernishevski.
Como explica el propio autor en la nota que encabeza la primera edición inglesa de la obra, los editores rechazaron publicar el capítulo IV, que contiene precisamente, la obra que busca publicar el protagonista de la novela, Fiodor Godunov-Cherdinchev, que había decidido escribir una nueva “vida de Chernishevski”.
“Gracioso ejemplo de la vida que se encuentra obligada a imitar precisamente el arte que condena”, señala con sarcasmo Nabókov, al referir como, en la realidad, aconteció lo mismo que en la obra, con el escrito de su protagonista. En efecto, en el capítulo III de la obra, el editor del personaje protagonista rechaza publicar la biografía por considerarla una burla a la memoria del gran luchador revolucionario.
El capítulo IV de “La dádiva” fue leído por los editores con escándalo, pues en los sesenta y pico de años que mediaban de la muerte de Chernishevski, este se había transformado en un personaje casi sagrado en la hagiografía revolucionaria antizarista. Se le consideraba como la figura que resumía en una existencia ejemplar las mejores virtudes del pueblo ruso que luchaba por liberarse del yugo oprobioso de la autarquía zarista.
Sin embargo, habría que recalcar que la recreación realizada por Nabókov, si bien es sumamente irónica y desmitificadora, se sostiene estrictamente, con la mayor fidelidad, en los datos rigurosamente históricos y en la documentación existente sobre el pensador. El escritor elabora la obra al articular las propias notas de Chernishevski desde sus diversos diarios anotados por él y en detalles de su correspondencia.
Precisamente, para los miembros del partido de los socialistas revolucionarios, Chernishevski era una especie de dios impoluto. Y en ellos prevaleció la perspectiva de que ser fiel a la memoria de apóstol de la libertad y la justicia en Rusia, era corresponder y mantener incólume la imagen histórica que se había venido consolidando en el curso de los últimos años del siglo XIX e inicios del XX.
Desde su fundación, alrededor de 1918, hacía entonces más de 20 años, la revista “Anales contemporáneos”, venía considerada como el máximo ejemplo, en el exilio, de un órgano de difusión de ideas, defensor cabal de la libertad de prensa y caracterizado por una tolerancia paradigmática y de plena imparcialidad. Por ello, el rechazo del medio de publicar el capítulo IV, produjo un shock en el autor, pues se no esperaba jamás, que se produciría esta reacción.
© Luis O. Brea Franco - Crónicas del ser
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